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La dicotomía sexo/género: ¿en qué consiste?

¿Se confunde el sexo con el género? ¿Existe consenso dentro de la comunidad científica en cuanto a la dicotomía sexo/género? ¿Y dentro del colectivo feminista?

Como vimos anteriormente, el concepto de «género» se entiende de forma distinta según se aborde desde diferentes perspectivas científicas (Sociología, Antropología, Psicología…). Aunque en todos los casos se alude a la construcción social del género separándolo de la biología del sexo, esta dicotomía sexo/género no es compartida por toda la comunidad científica, ni por todo el colectivo feminista.

De ello hablaremos a continuación en esta nueva entrada dedicada al Género, Igualdad y Derechos Humanos del Blog de la Fundación iS+D. Si te interesa, no dejes de echar un vistazo al resto de entradas publicadas.

La dicotomía sexo/género

La crítica que se hace desde parte del movimiento feminista se centra en la consideración de la dicotomía sexo/género como si fuesen conceptos opuestos y defienden la diversidad existente en materia de feminidad y masculinidad. Hay quienes, como Silvia Tubert y Geneviéve Fraisse (Tubert, 2003), se oponen a la dicotomía sexo/género por considerar que es artificial, ya que no se pueden separar los aspectos biológicos de los culturales al constituir ambos una unidad. Se trata de dos conceptos relacionales que se encuentran asociados, a su vez, con otros conceptos como el cuerpo, la sexualidad, la persona o la subjetividad (Orobittg, 2003). Por otro lado, Butler se pregunta si el sexo es también un concepto construido socialmente al igual que el género, y se plantea la duda sobre si el sexo fue siempre género, para llegar a la conclusión de que no existe la distinción entre ambos conceptos (Butler J., 1990). 

También hay voces discrepantes en la separación sexo/género porque en muchos casos se utilizan como sinónimos sin que se tenga clara la distinción entre ambos. La confusión sexo/género aumenta en la medida en que se ha hecho frecuente el uso del término género solamente en relación con las mujeres: se habla erróneamente de perspectiva de género para hacer referencia al sexo femenino.

A esto se refería Joan Scott cuando señala que la unión de género e historia lleva siempre a estudios históricos sobre mujeres (Scott J., 1996). Esto puede extrapolarse a otras ciencias sociales y humanísticas cuyo análisis se ha dado en llamar despectivamente «mujerismo» académico (de Barbieri, 1993). No obstante, esto no es posible ya que hablar de «mujeres» conlleva inevitablemente hablar de «hombres»:

En la actualidad, el feminismo anglosajón, y el hispano hablante más tardíamente, utilizan el término género para referirse a la construcción social de la feminidad y la masculinidad. A nivel internacional la perspectiva de género ha sido adoptada por las instituciones internacionales y por una buena parte de los países del mundo. La IV Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995, adoptó esta perspectiva al declarar que «el género se refiere a los papeles sociales construidos para la mujer y el hombre asentados en base a su sexo y dependen de un particular contexto socioeconómico, político y cultural, y están afectados por otros factores como son la edad, la clase, la raza y la etnia». (Naciones Unidas, 1995)

El hecho de que la perspectiva de género surgiese de la mano del feminismo hizo que en los primeros momentos fuese la mujer y sus condicionantes la que ocupase la centralidad de los estudios correspondientes. Pero la consideración del género como constructo social significa algo más. Incluye también lo que la masculinidad significa, pues siguiendo la reflexión de Simone de Beauvoir, la hombría no nace, sino que se hace.

En este sentido, los estudios sobre masculinidad o masculinidades surgen con posterioridad dentro de los estudios de género, siendo a partir de los años 80 cuando empiezan a aparecer como tales, si bien siguen siendo minoritarios. El problema de esta asociación género-mujer no es tanto el número de estudios que se hacen sobre la condición femenina, sino que se perciba el género como algo inherente a la mujer, limitándose así la inclusión de la masculinidad como parte integrante del término. Natalie Davis sugería en 1975:

Me parece que deberíamos interesarnos tanto en la historia de las mujeres como de los hombres, que no deberíamos trabajar solamente sobre el sexo oprimido, del mismo modo que un historiador de las clases sociales no puede centrarse por entero en los campesinos. Nuestro propósito es comprender el significado de los sexos, de los grupos de género, en el pasado histórico. Nuestro propósito es descubrir el alcance de los roles sexuales y del simbolismo sexual en las diferentes sociedades y periodos, para encontrar qué significado tuvieron y cómo funcionaron para mantener el orden social o para promover su cambio. (Zemon Davis, 1975)

Concepto de género

Fuente: Libro «Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género»

En resumen, aunque no toda la comunidad científica está de acuerdo en la separación entre sexo y géneroresulta conveniente considerarlos por separado para que quede clara la diferencia entre la corporalidad con la que se nace y las significaciones sociales que se le atribuyen al comportamiento de las mujeres y los hombres en función de dicha corporalidad. No obstante, dicha separación no es tajante ya que se puede hablar de un continuo entre lo biológico y lo social. Si lo primero es el punto de partida, lo segundo interviene en la significación con la que se interpreta el mundo circundante.

Todo aquello de lo que hay consciencia lleva aparejado un significado. Es así como se definen los conceptos, los cuales no son sino parcelas de la realidad percibida. Pero la cuestión no es si el significado del concepto sexo se ha establecido culturalmente, sino las funcionalidades que se le asignan al mismo, pues son esas funcionalidades las que van a establecer las grandes diferencias conceptuales. Cuando se define un concepto no solo se acota la extensión y el significado de una palabra, sino que se va más allá al asociarle unas características determinadas y establecer una gradación valorativa de las mismas. Es en esta distinción donde se enmarca la diferencia entre sexo y género, pues las funcionalidades que se asocian al segundo no se encuentran presentes en el primero. 

Por ejemplo, cuando se dice que alguien tiene los ojos azules, significa que se ha definido previamente lo que es el color. Puede ser que, además, se establezca una graduación del color azul en función de su intensidad, luminosidad, etc. Además, se pueden establecer las características que se asocian a los ojos azules. Todavía se puede ir más allá y asignar funcionalidades determinadas a las personas con ojos azules. Por último, se puede valorar a esas personas en relación con las personas que tienen los ojos de otros colores. En este caso, el hecho de nacer con los ojos azules sería el punto de partida de una significación y valoración social construida en función de una determinada escala, a partir de la cual se establece el rol que esa persona se espera que desempeñe en su vida diaria. Ahora ya no se estaría hablando del color de ojos, sino del papel que la persona con esos ojos ha de desempeñar.

Haciendo un paralelismo con los conceptos sexo-género, al establecer el significado del concepto «sexo» se está haciendo una primera acotación del mismo, lo que equivaldría al del «color de los ojos»; acotación que es cultural, ya que es una creación humana. Pero al establecer el rol que la «persona de ojos azules» se espera que desempeñe, se ha ido más allá al asociarle unas funcionalidades concretas. En este caso, el significado «persona de ojos azules» equivaldría al de «género», pues partiendo de una corporalidad previamente definida se establecen las funciones que esa corporalidad debe desempeñar a lo largo de la vida, al mismo tiempo que se la invalida para la realización de otras funcionalidades. Esta diferenciación conceptual se basa en los diferentes niveles en los que se definen los conceptos. Por eso comparar sexo y género puede inducir a confusión si no se tiene en cuenta el nivel en el que se ha establecido la definición.

A nivel operativo, el género se va a considerar como una construcción social que se refiere a los roles asignados a las mujeres y a los hombres en general, con independencia de que desde el punto de vista biológico, sean machos, hembras o alguna de las modalidades de intersexualidad existentes.

Son estos roles los que van a influir en la construcción de la personalidad y los que van a condicionar el comportamiento personal.

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Butler, J. (1990). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. México: Paidós.

de Barbieri, T. (1993). Sobre la categoría Género. Una introducción teórico-metodológica. Debates de Sociología, nº 18.

de Beauvoir, S. (2000). El segundo sexo. Madrid: Cátedra.

Naciones Unidas. (1995). Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer. Beijing: Naciones Unidas. Obtenido de Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer.

Orobittg, G. (2003). Sexo, Género y Antropología. En S. Tubert, Del sexo al género: los equívocos de un concepto (págs. 253-280). Madrid: Ediciones Cátedra.

Rosado Millán, M.J. y García García. F. (2018). Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género. Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

Scott, J. (1996). El género: una categoría útil para el análisis histórico. En M. Lamas, El género: la construcción cultural de la diferencia sexual (págs. 265-302). México: Miguel Ángel Porrúa.

Tubert, S. (2003). La crisis del concepto de género. Los equívocos de un concepto. En S. Tubert, Del sexo al género (págs. 7-38). Madrid: Ediciones Cátedra.

Zemon Davis, N. (1975). Womens History in Transition: The European Case. Feminist Studies, nº 3.

Mª Jesús Rosado Millán

Presidenta de la Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada

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