¿Cómo ha sido la evolución del patriarcado desde su instauración? ¿Cómo afectó la Revolución Industrial a la relación entre hombres y mujeres?
El Patriarcado, sistema de organización social que surgió durante las Revoluciones Neolíticas, permaneció inalterable hasta la llegada de la Ilustración y el triunfo de las Revoluciones Burguesas: la Francesa en lo político y la Industrial en lo económico. La primera supuso el cuestionamiento de la desigualdad como un hecho natural, y la segunda el cambio de modelo productivo, proyectándose sus repercusiones sobre la estructuración vertical masculina.
De todo ello hablaremos hoy en esta nueva entrada de la serie de Género, Igualdad y Derechos Humanos del Blog de la Fundación iS+D. Si te interesa, no dejes de echar un vistazo al resto de entradas publicadas.
Las nuevas revoluciones
La primera consecuencia que tuvieron las nuevas revoluciones fue el cambio del poder dominante y su composición. La política y la economía, que habían confluido hasta ese momento en las mismas personas, se separaron. El rey perdería la cabeza, con el consiguiente achatamiento de la pirámide social, y los nuevos burgueses que habían ocupado hasta entonces un escalón por debajo de la aristocracia (guerreros y sacerdotes), pasarían a ocupar el peldaño más elevado de la nueva jerarquía social. A su vez, el poder político se fraccionaría en tres: legislativo, ejecutivo y judicial, siguiendo la célebre doctrina de Montesquieu en su De l’esprit des lois, de 1747.
La segunda consecuencia afectó a las funciones sociales básicas: reproducción, provisión, cuidados y protección. Los hombres añadirían a la función protectora que habían venido ejerciendo desde la aparición de la guerra, la de la provisión de la familia en exclusiva, mientras que las mujeres se situarían definitivamente alrededor de la reproducción y el cuidado de la familia.
La segunda división sexual del trabajo
Fuente: Libro «Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género»
¿Por qué tuvo lugar esta nueva división del trabajo? La industrialización supuso una distancia, desde el punto de vista físico y organizativo, entre el lugar de trabajo y la vivienda, dando lugar a una separación tajante entre el espacio público y el privado. Las mujeres se quedaron al cuidado de este último en los espacios, cada vez más reducidos, de los nuevos hábitats urbanos, mientras los hombres hacían del mundo exterior su razón de ser.
Los cambios en la estructura económica y social, la industrialización y el patriarcado, necesitaron el apoyo de la cultura […] de género para que dichos cambios pudieran llevarse a cabo. Ello supuso la construcción de modelos de género pertinentes con la ideología extendida por el discurso dominante. (Alcañiz, 2001)
Si se tiene en cuenta la dominación masculina existente, todos estos hechos repercutieron en las relaciones entre los hombres y las mujeres, que se hicieron más desiguales al estar desprovistas estas últimas de su capacidad de obrar y decidir. Para los primeros, el ideal masculino giraría en torno a la provisión en exclusiva de la familia, mientras que para las segundas, ese ideal lo conformaría la madre hogareña alejada de la función proveedora, con el consiguiente aumento de su dependencia e invisibilidad social. En otras palabras, los efectos revolucionario-burgueses contribuyeron a agrandar la infravaloración de las mujeres y limitaron aún más su capacidad de obrar. Pero los efectos también se proyectaron sobre los hombres al quedar atados a la provisión de la familia como ideal, siendo duramente cuestionados todos aquellos no pudiesen abastecerla en exclusiva, por no cumplir con su rol principal.
Este hecho dio lugar a determinadas evasiones sociales y a la demostración de bravuconerías tendentes a demostrar la masculinidad en otros terrenos:
Consumo de alcohol y luchas sociales iban unidos y los obreros utilizaban las bebidas alcohólicas en sus reuniones, para confraternizar y como medio para mantener el ritmo de trabajo tan fuerte que imponían los patronos. En cambio empiezan a aparecer las primeras señales de alarma en torno a estos consumos y toman parte en ellas los higienistas de finales del siglo XIX, que llegan a decir: «El alcohol da fuerzas para trabajar, pero provoca enfermedades degenerativas». (Pastor, 2007)
- La masculinidad hegemónica actual tiene su origen en la visión burguesa del rol de cada sexo
En la primera industrialización no solo las condiciones de trabajo eran pésimas, sino que el paro hacía su aparición cada dos por tres expulsando a los hombres a la inactividad lo que suponía dejarles fuera de su condición de proveedores.
Hombres haciendo cola en busca de trabajo
Fuente: Libro «Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género»
Su solución al problema seguía dos patrones: uno, la lucha por los derechos obreros, origen del movimiento socialista; y dos, la evasión bañada en alcohol.
Esta visión, compartida por Capella Rodríguez, si bien se refiere al hombre actual, es plenamente aplicable al hombre industrializado, ya que la masculinidad hegemónica actual tiene su origen en la visión burguesa del rol de cada sexo.
Algunos hombres al experimentar la pérdida de poder o al no encontrar estrategias de poder adecuadas o positivas para ganarse el respeto de los otros exageran, a través de la figuras existentes de las convenciones masculinas, su reivindicación de la masculinidad hegemónica proclamando las características de la masculinidad más férrea: alto contenido sexual en las conversaciones, violencia, alto consumo de alcohol o drogas como muestra de hombría, trato despectivo a las mujeres, etcétera. Son, a mi ver, «las patadas de ahogado» que dan algunos hombres que encuentran su identidad de género en crisis y que se sienten perdidos al no tener, como elementos constitutivos de su identidad, la experiencia del cambio ni los espacios apropiados para la apertura emocional. (Capella Rodríguez, 2007)
La problemática del proletariado masculino agravaría la situación de la mujer, ya de por sí subordinada y dependiente, pues además de trabajar para contribuir al mantenimiento de la familia, tenían que encargarse del espacio domestico y de los/as hijos/as, y soportar a los hombres que proyectaban su frustración alcoholizada en el único reducto en el que la masculinidad les decía que tenían poder: «su hogar», es decir, sobre su mujer y sus hijos/as.
- La rivalidad masculina pasó del ejército a la política y a la economía productiva, siendo la competitividad uno de los pilares sobre los que se asentaría el nuevo sistema económico: el capitalismo
La nueva división entre los sexos tuvo un reflejo directo en los códigos legales, que recogieron la severa limitación de la capacidad de obrar de las mujeres y el aseguramiento del control masculino de la familia, a cambio de su provisión y protección. Entre estos códigos destaca el Napoleónico de 1804, que tuvo mucha influencia sobre las normas legales de países tan distantes entre sí como México o Japón.
Esta protección y provisión era en el plano teórico, pues si un hombre no cumplía con este cometido, el sistema legal no castigaba el incumplimiento, lo que tornada esta misión en un ideal cargado de voluntariedad.
Con la nueva estructura social las relaciones intra-género también se vieron afectadas. Los hombres siguieron luchando por el poder, pero la rivalidad masculina pasó del ejército a la política y a la economía productiva, siendo la competitividad uno de los pilares sobre los que se asentaría el nuevo sistema económico: el capitalismo.
La competitividad masculina
Fuente: Libro «Hacia un Feminismo del Punto Medio: Nueva Teoría para la Igualdad de Género»
Las mujeres también tuvieron sus diatribas internas, pues aquellas que reivindicaban sus derechos eran denostadas a menudo por las mujeres tradicionales, temerosas de la igualdad entre los sexos. En 1908 se fundó en Londres la Women’s National Anti-Suffrage League. Su primera reunión tuvo lugar el 21 de julio del año siguiente, siendo nombrada Mrs. Humphrey Ward como presidenta y Gertrude Bell como secretaría (Wikipedia, 2016).
Durante sus dos años de existencia se crearon cientos de secciones locales, se publicaron multitud de panfletos, incluyendo la revista Anti-Suffrage, y se recogieron cientos de firmas contra el sufragio femenino (Bush, 2007).
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Alcañiz, M. (2001). Cambio tecnológico y género: planteamiento y propuestas. Asparkía, nº 12, 19-34.
Bush, J. (2007). Women Against the Vote. Oxford University Press.
Capella Rodríguez, S. (2007). ¿Solo trabajadores/proveedores? En M. L. Jiménez Guzmán, & O. Tena Guerrero, Reflexiones sobre masculinidades y empleo (págs. 153-180). Cernavaca, Morelos: Universidad Nacional Autónoma de México. Centro Regional de investigaciones Multidisciplinares.
Pastor, F. P. (2007). Aspectos antropológicos del consumo de bebidas alcohólicas en las culturas mediterráneas. Salud y drogas, Vol. 7, nº 2, 249-262.
Wikipedia. (2016). Women’s National Anti-Suffrage League. Obtenido de wikipedia.org: https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Women%27s_National_Anti-Suffrage_League&action=history
Mª Jesús Rosado Millán
Presidenta de la Fundación iS+D para la Investigación Social Avanzada
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